Al igual que en la película Gamer, en In Time nos encontramos con otro miembro del selecto club de las premisas desaprovechadas. Andrew Niccol, cuya última película fue la grata sorpresa que es Lord of War, se encarga de escribir, dirigir y producir esta crítica al velada crítica al capitalismo.
In Time nos lleva a un futuro donde el dinero ha sido sustituido por su extrapolación definitiva: tiempo. Una modificación genética nos convierte en tarjetas de crédito ambulantes que muestran su saldo mediante unos dígitos brillantes en el antebrazo. En esta segregada sociedad los ricos tienen un saldo de miles de años mientras que los pobres viven día a día con un saldo de unas pocas horas, siempre al borde de la muerte. El protagonista de esta historia es Will Salas, un tipo que vive en el barrio más pobre, y que de repente consigue 100 años de un ricachón desencantado que acaba suicidándose. Con ese dinero, Will visitará el barrio rico y probará la vida de los inmortales, aquellos con varios siglos en su cuenta. El sueño no durará mucho y la policía enseguida empieza a perseguirle. Para escapar, Will toma como rehén a la hija de uno de los mayores magnates del planeta que al final acabará por convertirse su pareja y cómplice. Juntos encontrarán el punto débil del sistema y lucharán para destruirlo.
Personalmente, me parece que la premisa de In Time es muy interesante pero como suele suceder, Niccols sólo explora la superficie y simplifica exageradamente muchos conceptos políticos, económicos y casi filosóficos. Además, la película comete clásicos errores hollywoodienses como suponer que cualquier persona lleva a un héroe de acción en su interior o plantear un plan para acabar con los "malos" que de tan inocente resulta irrisorio. Me gustaría viajar a ese universo paralelo donde todas las buenas ideas se convierten en series de la HBO para ver lo que In Time: The Series sería capaz de hacer. Mientras tanto, nos lamentaremos levemente de la oportunidad perdida y a otra cosa mariposa.
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