En un gesto típicamente vacacional (o mejor, relativo al fin de semana), me dio por ver la última entrega de la saga Underworld, franquicia vampírica que mezcla un conflicto milenario entre vampiros y hombres-lobo, una estética similar a la de Matrix, una protagonista llamativa y unos guionistas escasos de ideas. Awakening es la cuarta película de la saga y, como las anteriores, se trata de un film palomitero al que le cuesta justificar el precio de su propia entrada.
Kate Beckinsale, el Gancho de esta película en los cines, vuelve a su papel de asesina vampírica pero ya no sé si soy yo o es ella quien en esta secuela pone menos ímpetu y energía en el papel, convirtiendo al personaje protagonista en un maniquí imposible. Sus movimientos ninja, su fuerza sobrehumana, su sangre fría y la alta violencia de sus ataques no cuadran con su expresión pánfila y lastimosa. El resto de personajes que desfilan por la pantalla son sumamente arquetípicos, aburridos y predecibles hasta donde llega la luz del sol. Aparte de la esbelta protagonista y el sobreexplotado género, la única razón para acercarse a esta película son sus escenas de acción y aunque las susodichas escenas no están nada mal, sobretodo aquellas donde participa un hombre-lobo gigante, tampoco es que sean especialmente memorables o rompedoras. Un pequeño extra de gore sí que tienen, pero aparte de eso, poco más.
Resumiendo, tal y como esperaba, Underworld: Awakening es una película decepcionante que muy pocos espectadores serán capaces de disfrutar. Un fuerte abrazo para aquellos que lo consigan.
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