Hoy que no tengo ninguna nueva obra que reseñar, quiero poner unas cuantas letras juntas para hablar un poco de lo que se cuece en Egipto. Para variar, no estoy completamente informado de todos los detalles pero sé que un amplio, muy amplio sector de la población ha salido a la calle con pancartas y proclamas pidiendo que el Sr. Mubarak, el hombre que manda allí, se vaya con viento fresco para que puedan florecer nuevas y mejores iniciativas. Lo que pasa es que el Mubarak no se quiere ir. Encima, tiene el tío los rodamientos para decir que no se va a presentar a las elecciones de Setiembre. Después de que un país entero te insulte y te pida la dimisión como presidente, ¿cómo se puede tener tanta cara dura para aguantar 6 meses agarrado al asiento? Yo la verdad es que no me lo explico.
Por desgracia, esta tendencia que ha convertido a políticos en lapas y piojos; agarrados a la piel de la sociedad hasta la muerte, chupando, chupando; está ya más que establecida en este país nuestro. Así, de memoría, no recuerdo a ningún político "importante" que haya dimitido en los últimos años, ni tampoco a ninguno que haya aceptado sus errores o haya pedido perdón a pesar de innumerables muestras de condena por parte de una gran parte de la sociedad o incluso de serios problemas judiciales.
Así, cuando salir a la calle en manifestaciones para dejarse oír, cuando demostrar que un sujeto es más criminal que político, cuando una comparecencia del 50% en unas elecciones es todo un éxito, cuando escribir opiniones y críticas con fundamento (no hablo de las mías), cuando nada de todo esto o nada en general puede provocar un cambio tan sencillo, tan esperanzador y a la vez tan poco prometedor como la dimisión de un político que no está haciendo su trabajo. ¿Qué podemos hacer? Es posible que los pobres egipcios nos lo tengan que mostrar a todos en los meses que quedan hasta setiembre.
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