Hace poco leí en un artículo que la fiebre de los remakes y las adaptaciones oscuras y "realistas" al estilo del Batman de Nolan, la misma franquicia Bond y un largo etcétera de películas y series está en parte influenciada por los tiempos en los que vivimos, tiempos inciertos y oscuros, en los que la crisis económica tiene a mucha y mucha gente colgando del último hilo.
Aunque la primera película de Bourne es anterior a todo esto, intuyo que los productores y directores vieron el potencial de un nuevo espía completamente opuesto a Bond. James es un tío duro y seguro de sí mismo que utiliza el apoyo del gobierno británico y de los cachivaches imposibles que le proporcionan para lograr su meta. En cambio, Bourne es emocionalmente frágil y está más sólo que la una pero también es fuerte, rápido, inteligente y capaz de improvisar. ¿Se ven las diferencias?
La trilogía Bourne, a grandes trazos, cuenta la historia de un asesino experimental de la CIA que falla en una misión y queda amnésico. Mientras huye de todos sus perseguidores tendrá que descubrir quién es realmente y llevar a cabo su venganza.
Como suele suceder, la primera película es la más redonda de todas aunque cuesta un poco creerse al personaje femenino. En las dos siguientes, la tentación de recomplicar la trama crea algunos agujeros pero se sigue disrfutando. La trilogía Bourne es puro thriller de acción y se ha hecho famosa por sus originales y vibrantes escenas de pelea y sobretodo por unas magníficas persecuciones vacías de explosiones.
Ahora se oyen rumores sobre la cuarta película sobre Bourne, en la que un nuevo personaje o al menos actor recogerá el testigo de Matt Damon. Seguro que los productores ya están dejandose la vida buscando una manera de convertir a Bourne o al menos su universo de perfectos agentes solitarios en una franquicia tipo Bond, una saga sin una sola historia, ergo, sin un claro final. Si lo consiguen tendremos Bourne para muchos años.
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