martes, 30 de agosto de 2011

Rototom Sunsplash 2011: Entretenimiento sin pausa

La última parte de mi período vacacional ha consistido en pasar 6 días en Benicássim en el Rototom Sunsplash, un festival de reggae que durante años se celebró en Italia y que desde hace dos se hace en el recinto donde se celebra el FiB. Evidentemente me lo he pasado en grande, he escuchado mucho buen reggae y derivados, he conocido a gente, me he puesto moreno y he bailado durante horas hasta que ha salido el sol.
Pero este blog se dedica más a criticar que a elogiar y si tuviera que encumbrar a alguien, sería a los participantes, no a los organizadores. A pesar del rollito hippie y ligeramente revolucionario comúnmente asociado a la música reggae, todo el recinto del festival esta repleto de tiendas y bares varios para que los participantes consuman sin cesar. Su mera existencia ya me ponía la piel de gallina pues el lugar tenía un terrible tufo a centro comercial pero, por si fuera poco, los precios estaban pactados y os aseguro que no era precios populares, sino todo lo contrario. Muchos de nosotros nos resistimos todo lo que pudimos y consumimos lo mínimo posible (más por cuestiones económicas que a modo de protesta, para que nos vamos a engañar) pues en este caso, a pesar de todo, cada uno puede elegir si compra o no compra.
En cambio, al speaker, había que tragárselo sí o sí. De un tiempo a esta parte, no voy a tantos conciertos como hace años pero aún recuerdo perfectamente su idiosincrasia y sus tiempos: las pruebas de sonido, las agónicas esperas, los bises, la musiquilla cualquiera de radio entre grupo y grupo... Por esta razón me sorprendió ver cómo funcionaban los conciertos en el Main Stage: no había ni un momento de pausa. Así, a primera vista, puede parecer como algo bueno pues vas a un concierto a escuchar música, pero lo que me escamaba es la manera en la que estaba todo preparado. El speaker parecía un payasete de fiesta de 8 años preguntándo cada minuto si estábamos preparados para bailar o si lo estábamos pasando bien, bajando la música que estaba sonando cada vez que hablaba. Me recordó al funcionamiento de la televisión hoy en día, dónde el miedo a que el espectador cambie de canal es tal que procuran bombardearte con cualquier chorrada para que no tengas tiempo de pensar.
Supongo que tal y como están las cosas es natural que los festivales de música funcionen igual que el resto de mecanismos y engranages de esta sociedad nuestra pero aún así no deja de molestarme. Aún así, admito que me muero de ganas de volver el año que viene y como no quiero acabar el post de mal rollo, os dejo este alucinante link: The Ugly Dance.

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