viernes, 20 de enero de 2012

Incógnito: Malas Influencias o no hay nada como la primera vez

Malas Influencias es el título del segundo tomo de Incógnito, cuyo estreno comenté aquí hace ya tiempo. La lectura de Malas Influencias es muy similar a la del primer tomo. Tanto la historia como el dibujo están a un nivel más que correcto pero sin llegar a sorprender o emocionar demasiado. En parte es culpa mía, sigo comparando Incógnito con Sleeper y eso es muy injusto. Sleeper tiene la desequilibrante ventaja de ser una de las primeras sino la primera obra que leí de Brubaker y aunque creo que en ese momento se encontraba más en forma, el factor sorpresa siempre tiene un peso muy importante. Quizá lo que voy a probar es una relectura de Sleeper para comprobar si me sigue pareciendo tan buena o si mi noción actual está contaminada por el placer de descubrir a un nuevo y gran guionista.
El segundo tomo de Incógnita devuelve a Zack Overkill (¿porqué oh porqué tenían que llamarlo Aniquilante?) a la zona gris de la moral en una misión en la que Zack tiene que hacer de agente doble. Teniendo en cuenta que es un villano recientemente convertido, yo me habria esperado más en ponerle en semejante tesitura pero, los líderes de las organizaciones súper secretas son así. En el transcurso de su investigación se da cuenta que su estancia con los "buenos" le ha cambiado y quizá le ha vuelto más débil. La trama incluye una compleja conspiración para incriminar a nuestro protagonista que a mi no me ha quedado nada clara y me parece que puede ser una tendencia un tanto molesta actualmente. En un inútil intento de ser originales, mucho autores montan unas tramas complicadísimas que luego no saben exponer al lector correctamente cuando el secreto no reside en la complejidad sino en cómo se narra.
Paciente lector de este blog, tenga en cuenta que cómo ávido devorador jamás tengo suficiente y sólo me siento satisfecho cuando la ficción alcanza unas cotas de calidad mayúsculas en mi opinión. Malas Influencias es un muy buen cómic de intriga con ese toque noir que brubaker sabe imprimir tan bien al género de los superhéores.

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