Antes de meternos en materia, quiero hacer un pequeño inciso en relación al final de la cuarta temporada de Breaking Bad: es la hostia.
De un tiempo a esta parte he estado haciendo algo que antes no hacía nunca: volver a ver una película. Por supuesto, han habido excepciones como El milagro de P. Tinto, The Big Lebowski (dos de las mejores comedias de todos los tiempos) y con los capítulos de Lost o Game of Thrones que he querido "analizar", pero en general siempre he sido un espectador de un sólo visionado, hasta ahora. La razón por la que no hacía segundos visionados resulta obvia ante la inmensa cantidad de películas que hay por ver. Habréis notado que he entrecomillado la palabra analizar y es que, a pesar de que ése es el motivo de mayor peso para volver a ver una película, mi voracidad y ansia de ficción me impide a menudo diseccionar fría y profesionalmente esa ficción que estoy devorando por segunda o tercera vez. También me sucede a veces que las películas que me apetece revisitar no son nada del otro mundo ni tienen mucha jugo que exprimir, pero ése es otro tema.
El caso es que el fin de semana pasado le dediqué un nuevo visionado a las tres películas que componen la saga Matrix y una vez más, disfruté como un cosaco con ellas. The Matrix, la primera película de la saga es un peliculón y aunque el factor sorpresa se pierde con las otras dos películas, las secuelas cumplen a la perfección. Uno de los valores más positivos de esta saga es su territorio sumergido, la amplitud del mundo ficcional que los hermanos Wachowski crearon tiene muy pocos límtes como probaron los cortos de animación del recopilatorio Animatrix. De hecho, estoy convencido de que hoy en día, ocho años después del estreno de la tercera parte, todavía hay gente por ahí dedicada a escribir "fan fiction" ambientada en el genial universo de The Matrix.
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