A menudo hablo de las series y películas inglesas con un punto de reverencia por su tendencia a alejarse del modelo yanqui de creación de ficciones o al menos a adaptarlo a su propia idiosincracia. Blitz es un claro ejemplo de cómo las formas y maneras americanas empiezan a calar en la industria británica.
Blitz cuenta la historia de un asesino de policías y de los dos policías encargados de capturarle. Los dos policías conforman una extraña pareja en tanto que uno de ellos es el típico tío duro y que trabaja sobre la delgada línea que separa la ley del crimen mientras el otro es un gay más respetuoso con las leyes pero más que capaz de saltarselas si la ocasión lo requiere. El asesino no es más que un psicópata bien interpretado por el Aidan Gillen de The Wire y Game of Thrones.
La película intenta presentar un retrato realista, crudo y comedido de la policía de Londres pero sólo consigue definir pobremente a los personajes protagonistas. Basada en una novela, la película adolece de una el presentación muy tosca de las características de los personajes literarios forzadas sobre los personajes fílmicos. El machismo del protagonista, al igual que sus crisis, aparecen surgidas de la nada y sin apoyo real de ninguna escena explicativa. Tampoco me ha gustado nada la inserción de la chica y de su pequeña trama amorosa cuando no aporta nada en absoluto. Por desgracia, aún hay algo peor: los agujeros e incoherencias en la parte final de la película con el único objetivo de crear una escena final sorprendente que jamás llega a sorprender. Blitz es una película del montón que cae en los mismo errores que tantas otras películas montoneras y que no consigue atrapar ni interesar al espectador con ninguno de sus pocos elementos más allá de la interpretación de Aidan Gillen (la salida del asesino de la comisaria es lo mejor de la película diría yo).
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