OT significa Off-Topic que en jerga quiere decir que este pequeño artículo trata de un asunto completamente distinto a la tónica del blog. Os cuento: a pesar de que no soy muy futbolero me gusta ver ciertos partidos si estoy en compañia de mis amigos. No sé exactamente porqué, supongo que me meto en el papel y por un rato me lo creo, acabo viviendo esos partidos con más intensidad de la que se me presupone. En fin, este Mundial me la he gozado con los partidos de La Roja (también me gusta el nombre) y no porque hayan jugado todos los partidos con la calidad de la que son capaces, todos sabemos que no ha sido así, sino por la emoción, la tensión y ese pequeño orgullo pasajero de pertenecer al país campeón. Ví la final con una docena de amigos y fue la leche, lo pasé genial y el gol de Iniesta fue el momento de clímax.
Nos fuimos a la Plaza del Ayuntamiento y allí la euforia se desinfló como un globo viejo, lenta pero inexorablemente. Ya sabía de antemano que la alegría por haber ganado el Mundial no me iba a durar mucho, ninguna alegría futbolera lo consigue, pero al salir a la calle no pude intuir la vergüenza que se avecinaba. La multitud estaba asegurada, la gente siempre busca arrejuntarse en tales ocasiones igual que hicimos nosotros. Las banderas ya empezaron a escamarme pues no soy muy amante de banderas en general (durante el pasado Mundial en Alemania, tuve una grandísima conversación sobre banderas y orgullo patrio que algún día os contaré) pero entiendo que ése es mi parecer y no todo el mundo tiene porqué opinar como yo. Por desgracia, enseguida empezaron a surgir otros símbolos, impresos sobre la bandera española: el aguilucho negro, el punto de mira... Sin poder evitarlo, tras unos días tan plétoricos de orgullo nacional, al ver algunos de los miembros de este país, recordé un mensaje que tengo guardado en el teléfono desde hace mucho tiempo:
Que repentinamente artificial suena el catálogo de patrias cuando no hay más que una, la poesía de ser hombre en la tierra. Julio Cortázar. 1968.
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