Odio
- ¡Maldita sabandija! Lo pagarás. Te deseo todos los males del mundo, que vivas muchos años llenos de dolor y sufrimiento, que llores mil lágrimas por cada una que hiciste verter. Desde el fondo de mi corazón yo te maldigo. Aprovecharé cada segundo para hacerte caer una y otra vez. Que tu ponzoñosa sangre se mezcle con el barro. Que todos los hombres se alejen de ti, que no haya nadie en el mundo que pueda amarte. Ojalá te quedes tan solo...
Quiero que pases miedo infinito, que todos te recuerden con rencor, que incluso Dios te mire con desprecio, que tu alma esté tan maldita que no merezca ni el infierno y vagues para siempre en el oscuro abismo. Quiero que vivas deseando morir, porque con toda la fuerza de mi alma, te odio.
Miedo
- ¿El miedo? ¿Quieres saber lo que es el miedo, pobre diablo? Es una leve inquietud que se arrastra lentamente. Alarga sus pútridos tentáculos y te aguijonea. Entonces solo los más fuertes pueden salvarse. Los demás ya están condenados. Como un virus oscuro se extiende por tu sangre helada. El recelo va creciendo haciendo temblar las manos. Es un monstruo que no se detiene, que te llena de negrura. El corazón empieza a latir de verdad cuando el temor ya circula por todo tu cuerpo. Con una carcajada demoníaca, el horror, ya casi seguro de su victoria avanza hacia el cerebro. Ya no sirve de nada que te agarres a algo o que cierres los ojos, si el miedo llega a la cabeza estás perdido. Los ojos te engañan, el corazón se desboca, los temblores duelen. Todo son tinieblas profundas. Un abismo se abre ante ti. Una vez estás al borde del abismo no te puedes mover, no puedes hablar, no puedes pensar. Cuando el terror es absoluto solo puedes chillar.
Ira
Es el fuego latiendo en tu pecho, lava surcando tus venas, los ojos inyectados en sangre. Es un puño cerrado, sangrando, de tanto golpear los muros. Es un grito que sale de lo más hondo del alma. Un grito poderoso. Un grito con ansías de destrucción.
La rabia te llena la mente y te ciega. La furia domina tus movimientos más primordiales y solo puedes pensar en que estás a punto de explotar. Arremetes contra dios y demonio, lanzando amenazas a los cielos. El rojo difumina todos los demás colores.
La ira te convierte en un animal. Te hace rugir, te hace llorar, te hace pegar. La ira te reduce a un ser de fuego puro que se sacude rabioso y que, para no enloquecer, lanza un grito que hace retumbar la tierra.
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